Abatao

Oficialmente hablando seguimos de turistas y así nos alcanza otro fin de semana. Es así que ante esas condiciones hacemos un tour cultural y visitamos esa parte de la isla. Abatao es la segunda isla del norte de Tarawa y la primera a la que no se puede llegar cruzando un puente. Se la cuenta ya como una Outer Island. Es así que es un saborcito previo a las otras islas que pertenecientes a Kiribati y que nos quedan mas lejos.

(Texto de Claudia Skodda) Los tiempos de la marea no nos permiten cruzar por la laguna con un bote, pero nos vienen a buscar con un pequeño bus y emprendemos el camino hacia el norte de Tarawa. La ruta ya nos es muy familiar. Pasamos el aeropuerto de Bonriki y seguimos camino al norte atravezando el puente mas que dudoso en su seguridad llegando a Buota, la primera isla del norte de la isla. Entre tanto ya tenemos marea alta. Niño y jovenes utilizan el puente como trampolín al agua, esquivando el alambre de pua que se implementó para evitar esas actividades. Todos estan de muy buen ánimo, es fin de semana, dia de diversión.

Seguimos camino por un camino de arena atravesando un pueblo pequeño. Las casa acá son construidas tradicionalmente y entre las casas hay mucho mas lugar en comparación con el sur de Tarawa al que ya estamos acostumbrados. Nos detenemos frente a una Mwaneaba (casa de reuniones). Allí vemos grupos de mujeres de todas las edades sentadas en grupos y realizando trabajos de tejido. Tako nuestra guia, nos aclara que lo hacen acá para mostrarnos a nosotros lo que sinó hace cada una en su casa. “Para mostrarnos“. Me invade un sentimiento de incomodidad que descubro en las caras de mis compañeros de grupo. Son exactamente estas situaciones construidas las que no queremos. Pero ya estamos acá y nos esforzamos en romper la distancia entre nosotros como turistas y los/las otras como originari@s/desconocid@s.

Me siento junto a una mujer que hace hilado de la paja de la planta de cocos y trato de hacer lo mismo. Trato primero sin exito pero la sonrisas y risas del grupo me alientan a seguir. Froto girando el hilado entre la mano y la parte baja de mi pierna. Luce tan sencillo. Lo intento una y otra vez y al final lo logro.
Mi curiosidad ayuda a quebrar el hielo. Empezamos a conversar y antes de lo pensado ya no soy una observadora más. Me fascina ver cómo producen todos los artículos necesarios de los materiales existentes de una manera simple pero sofisticada, ya sea un techo hermético hecho de hojas de pandanus, las cuerdas hechas de paja de coco o los más diversos tipos de mimbre para esteras/colchonetas con diferentes especificaciones.

Desde el otro lado de la Mwaneaba escucho las risas en torno a Maira. Le hicieron juguetes con hojas de palmera: un pájaro, un par de anteojos, un cubo, un reloj de pulsera y una corona. Nos dicen que a los niños aquí no les compran muchos juguetes y que juegan con lo que hay y lo que está hecho con mucha imaginación. Maira sale rica en regalos y todos se despiden riendo “tia boo” (pronunciado: [saboo] = adiós).

Seguimos viaje a la canoa, que nos cruzará a Abatao. Hoy hay mucho tráfico. Sobre la pequeña canoa vemos como van cargando muebles y bicicletas. Increíble, todo lo que se puede transportar en ella. Pronto llegará nuestro turno y nos sentaremos sobre los tablones con las piernas colgando en el agua y disfrutamos del cruce.

Después de un breve paseo entre árboles y arbustos, nos esperan dos sorpresas. Una granja de mejillones. Pero no se trata de nutrición, sino de una rara especie de caparazón conservada por su belleza y exportada desde este pequeño lugar a todo el mundo para decorar acuarios. Los más pequeños son tan grandes como una uña las mas grandes como un ladrillo de construccion y más. Todos ellos brillan entre sus caparazones en una variedad de tonos de verde a azul a la más profunda de color púrpura.

A un lado, brilla un pequeño lecho de tomates, algunos ya rojos. Un tesoro aquí en las islas y los adultos tenemos que conformarnos con la vista, pero Maira recibe un tomate y claramente lo disfruta.

Pasamos la tarde nadando y comiendo en un lugar donde ya habíamos estado independientes hace unas semanas y que se acerca mucho a la idea que tenemos todos de un lugar paradisíaco del mar pacífico. Cerca del mar, con playas de arena blanca, bajo palmeras y árboles de frutos variados, siempre rodeado por uno viento fresco. Entramos en conversación con TaKo sobre otros temas más allá del turismo.

Para finalizar caminamos juntos por el pueblo adyacente de Abatao. Una y otra vez escuchamos: “Mauri Mauri” y breves bromas y charlas. Tako es conocida aquí.

Desde la copa de un árbol, nos despiden. Vamos a volver pero no como turistas.

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