Es sábado a la tarde. Desde el momento en que llegamos, fuimos conociendo mucha gente y en este corto tiempo también hemos estrechado amistades. Una de esas amistades es Kabuta, un estudiante a Pastor, al que le gusta fumar y tomarse alguna que otra cerveza y que nos invita a que vayamos con él a tomarnos un Kawa. Y hoy ha llegado el día.
(Texto de Viviana Uriona) Antes charlamos en el grupo quien se quedaría con Maira y Christina prefiere quedarse en casa. Lo que a Mark y a mí nos viene al dedillo, ya que una experiencia como esta no queremos seguir postergando. Sobre todo que el Bar Kawa está muy cerca de nuestra casa. Apenas unos 200 metros de distancia.
Kabuta nos viene a buscar a eso de las 7 de la tarde. Primero cenamos juntos. Luego tranquilos nos ponemos en camino.
El Kawa-Bar es una casa sencilla. Discreta. O no. Solo algunas girnaldas de luces y flores la diferencia de las demas casas. Somos los primeros en llegar. Kabuta y una de las personas de la casa extienden unos felpudos*. Otro comienza con la preparación de la bebida.
Nos sentamos en rueda. Nos traen y colocan en nuestro centro un recipiente de plástico con un líquido que tiene un aspecto similar a la arcilla de curación. Un cucharón y una tazas de plástico para cada uno de nosotros. Grabo todo desde los preparativos con una de nuestras cámaras pequeñas y seguiré grabando de tanto en tanto en las próximas horas
Kabuta nos aclara: Al comienzo de la ronda dice una de las personas “an too” y dodos golpean las manos tres veces. Como en otros paises se dice salud! O chin chin. El ritual de Kawa es una tradición de Fiji. La copa se vacía de una sola vez, y sabe como luce, la lengua y el paladar se entumecen ligeramente y por un corto tiempo.
El bar se llena. Varios grupos forman nuevos círculos. Una y otra vez escuchamos a an too! Clap, clap, clap. Aparece una guitarra. Con solo 5 cuerdas. Típico aquí. ¿Por qué? La explicación se las debo, pero se los contamos en cuanto lo sepamos. Uno de ellos toca. Todos cantan, a menudo en múltiples voces. Suena perfecto y sin embargo espontáneo. Nosotros tocamos y cantamos también. Una fiesta. Una experiencia difícil de describir.
Nos miramos y entrecambiamos un par de oraciones breves: Hemos encontrado la música para el documental. Aunque esta no sea la música que se escuchará todo el tiempo en la película, sin duda encontramos a los músicos. Y acá les damos una pequeòña muestra de ello.
Claro que no grabamos mucho y solo con nuestras camcorder, como es sabido todavía estamos de vacaciones.
Actualización: En ese momento no sabíamos que no podríamos implementar el proyecto en Kiribati. Más tarde, en las Islas Marshall, grabamos música local allí y la banda sonora de la película «One Word» es una mezcla de música tradicional y la música que contribuyeron músicos de todo el mundo.