Mientras tanto, tuvimos que trasladar el proyecto Kiribati a las Islas Marshall, otro estado insular de la región, que enfrenta desafíos similares a los de Kiribati debido al cambio climático. Por qué este «movimiento» era necesario, puedes leer aquí.
(Texto de Christina Schulze) Solo medio año atrás marchaba todo bien. Nos encontrábamos en medio de los preparativos para nuestro proyecto cinematográfico en Kiribati. Teníamos una autorización de la oficina del presidente con buenas perspectivas para un permiso de rodaje y visas de largo plazo. Poco antes de Navidad (todavía estábamos en Alemania) recibimos el mensaje de que nuestra habilitación había sido abolida y nadie podía decirnos cuánto tiempo duraría el trámite hasta recibir una respuesta. Decidimos volar de todos modos y aclarar todo desde Kiribati. (Enlace a nuestra primera publicación de blog)
¿Qué sucedió desde entonces? De repente, nos encontramos en una misión diplomática. Explicamos a cada una de las personas nuestro proyecto y nuestra situación. Todos nos escucharon con interés y nos dijeron que lo lamentaban mucho; que no podían entender en absoluto lo sucedido. Nos presentamos ante todo tipo de instituciones, hablamos con senadores y secretarios de estado. Sin éxito. Estuvimos en contacto estrecho con la oficina presidencial y, a sugerencia suya, escribimos una carta larga en la que volvimos a detallar nuestro proyecto. A cual no hemos todavía resibido respuesta alguna.
Nos encontrábamos atrapados en una red de complicaciones políticas que poco tenían que ver con nosotros. Pero que nos impidía realizar nuestro proyecto cinematográfico participativo en Kiribati tal como lo habíamos planeado. Solo que nadie nos lo diría explícitamente. Nos decían que esperáramos. Y nos decían otra vez que esperáramos. Estábamos esperando en el lugar correcto en el momento equivocado.
Nuestro enfoque de trabajo convencía a todos, hasta a nivel gubernamental, aunque a veces con esfuerzo. Aún así, todos estaban muy cautelosos. Eran demasiadas las experiencias desagradables con cineastas y periodistas extranjeros, que llegaron con ideas preconcebidas en Kiribati, con historias hechas desde la distancia y solo en busca de imágenes que las ilustraran y sin ningún tipo de interés en enterarse lo que realmente en Kiribati es importante de contar. Vinieron con sus guiones listos, escritos en dos semanas y filmados en solo una. La historia más espeluznante fue la de la oficina japonesa de la ARD, que quería filmar a un pescador que tenía que haber estudiado en el Centro de Entrenamiento Marino en Tarawa y que regresara a su isla natal en un pequeño catamarán tradicional. Solo buscaban a la persona adecuada. Una lástima que esos barcos rara vez sean aptos para alta mar, estén pasados de moda en Kiribati y, sobre todo, que no se encontrara ningún pescador como ese en la escuela de marina.
Así que estábamos progresando. Sentíamos el viento en nuestras velas. No traíamos ninguna historia prearmada en nuestras cabezas, le dijimos al gobierno. También que en nuestros talleres, queríamos inducir a la gente de Kiribati a contar sus propias historias de las cuales no sabíamos nada y que no podíamos conocer hasta que las escucháramos.
Parecía una buena estrategia y era la verdad.
Es ahí cuando sucede algo que hizo de la verdad un mal argumento y le quitó al -ya casi complaciente- gobierno todo tipo de interés en la idea de que la gente de Kiribati misma fuera la que contara lo que les era importante y verdadero.
Un ferry se hundió en el camino de Nonouti a Tarawa. Casi cien personas buscaron refugio en los pocos botes salvavidas y se ahogaron o murieron de sed o de calor abrasador durante seis agonizantes días en el océano abierto, mucho antes de que las autoridades tuvieran siquiera una idea del desastre.
La crítica al gobierno se hizo fuerte. Una manifestación fue disuelta por la policía, la gente fue rápidamente removida del lugar y colocada bajo arresto domiciliario. Pero el gobierno no pudo callar a las redes sociales. La gente leyó y discutió los informes y declaraciones oficiales sobre las causas del desastre en Facebook. Se trataba ni más ni menos de los pagables pero faltantes detectores de posición en los ferrys, el ruinoso estado de las embarcaciones, que sin embargo están en uso y el rotundo fracaso de un gobierno que no aplica las leyes sobre medidas de seguridad que se vean hermosas en el papel, pero nunca se implementan en la realidad.
Bajo el trasfondo de estas nuevas circunstancias, nuestro enfoque participativo ya no encajaba. El gobierno temía fuertes críticas de la población. Un equipo de reporteros de Nueva Zelandia que querían hacer una nota sobre el accidente del Ferry fueron obligados a eliminar sus datos, es decir, entrevistas y fotos. Una y otra vez, se les preguntó si escribirían sobre el cambio climático. La situación política se está agudizando en Kiribati, el nuevo gobierno quiere establecer su poder y trata de aislarse al exterior. L@s periodistas tienen que irse, los equipos de filmación del extranjero ya no obtienen los permisos de rodaje y / o no se les permite ingresar. Incluso en la radio, se pidió a la población que informara a la policía si veían turistas con cámaras filmando. En más de una ocasión mientras tomamos fotografías, se nos preguntó ¿quiénes éramos?, ¿qué hacíamos aquí? y ¿si teníamos un permiso para filmar? La policía se preguntó a la persona que nos alquiló la casa sobre nosotros. Entrevistas a ocultas estaban fuera de discusión. Por un lado porque no hay lugares secretos y solitarios en la isla principal en South Tarawa. Por otro lado, no queríamos que nuestros amigos y conocidos y activistas de concientización al cambio climático, quienes les hubiera gustado mucho trabajar con nosotros, tuvieran problemas.
No veníamos preparados al cambio de línea política en Kiribati. El objetivo de este proyecto es uno muy diferente, es decir, no trabajar en secreto, sino crear el más alto nivel de publicidad, invitar a las personas a participar en nuestros talleres y desarrollar las ideas para la película junto a ellos. En un clima de creciente miedo e incertidumbre persistente, eso no fue posible.
Nos seguían haciendo esperar indefinidamente a un giro de cientoochente grados respecto de nuestro permiso de rodaje. Nos quedaban pocos días y nuestras visas de turista expirarían. Por lo que tomamos la decisión de desarmar carpas he irnos de Kiribati. Nos mudamos a las Islas Marshall. Otra pequeña nación insular en el medio del vasto Pacífico Sur, también amenazada por el cambio climático, a la espera de un destino similar al de Kiribati. Pero con una diferencia clave: la gestión actual de gobierno es abierta respecto a los efectos del cambio climático. Y también aquí existe una fuerte base de movimientos sociales que se preocupan y ocupan en la temática.
A pesar de las experiencias desafortunadas en Kiribati, no consideramos nuestras siete semanas como tiempo perdido, muy por el contrario, estamos muy agradecidos por las experiencias. Estamos felices con los muchos encuentros pequeños y grandes con personas, que nos permitieron conocer la cultura y la política de este estado insular. Mark capturó algunos de esos momentos en su blog de fotos. Nos sentimos siempre bienvenidos en cada encuentro y el interés en el proyecto fue grande. Tenemos la esperanza de que el gobierno repiense su posición y así poder regresar a Kiribati en un futuro no muy lejano para poder filmar también allí.
Queremos agradecer a todos nuestros amigos de Kiribati por su cordialidad, calidez, confianza, franqueza, por las bromas y risas compartidas. ¡Los extrañaremos muchísimo! Kabuta, nunca dejes de tocar la guitarra y cantar, incluso cuando seas un pastor viejito. Abe, un día serás el presidente y luego un gato muy, muy viejo sin cola será tu conserjero. Kataunati, seguro iras al mar y conocerás el mundo. Oye, y Aurora: lo lograrás y Abe te ayudará.
Kam bati n rabwa (¡Gracias a todos!)