Relación de indeterminación

Era marea baja y salimos con el grupo laguna adentro. Fijamos en el horizonte a tres niños como puntitos en la distancia. Estaban arrodillados en la parte mas alta de la laguna casi sin agua. Con ellos tenían unos recipientes de plástico. Queríamos ver de cerca lo que hacen, decir “Mauri“ y sacar un par de fotos. Cuando llegamos vimos que escababan en arena blanda bucando almejas y de vez en cuando se refrescaban en los pozos de las aguas bajas color turquesa. El mayor de los tres sería de unos siete años. El menor quizás cinco. Saludamos con “Mauri“ y no recibimos ninguna respuesta. Solo uno de los niños nos sonrie de oreja a oreja. Nos agachamos y comenzamos también a buscar. Viviana y la pequeña Maira encuentran una pequeña conchita de mar.

(Texto de Viviana Uriona) El mayor de los niños y el más dedicado en la búsqueda nos tira una almeja más grande de la que encontramos. Quizás como recompensa. Quizás como motivación. Agradecemos y seguimos escabando en silencio. Los niños no hablaban inglés. Nosotros no hablamos Kiribati. La marea alta se va acercando. Era tiempo de irnos. También para ellos. Christina y Claudia ya estaban en la orilla de la laguna. El agua seguía subiendo. Mark las sigue con la Nikon al hombro. Yo lo sigo con Maira en los brazos. Los niños emprenden también el camino de regreso. El suelo estaba lleno de piedras de coral y almejas filosas. Los seguimos a los tres sintiendo el suelo despacio antes de pisar fuerte, buscando las partes suaves del suelo. Pronto llegaremos a la costa. No habia peligro.

De repente y a los lados de la elevación arenosa donde nos encontrábamos, y con poses impresionantes, cayeron en las aguas más profundas hacia atrás y hacia adelante, se sumergieron, contuvieron la respiración, se sumerjieron y reaparecieron riéndose.
El mas pequeño de los tres pataleaba agitado en el agua. El mayor nadaba a su lado y se reía a carcajadas. Mark se detenia camino a la costa y nos grita algo indecifrable y regresa a donde nos encontrábamos. El tercero de los niños se sumerje. Se sumerje demasiado tiempo. Gunnar pesca por así decirlo al que pataleaba y lo carga en sus brazos. El pequeño estaba en pánico pero estaba bien. Yo sigo mirando al que está sumerjido. Los segundos se estienden. Algo estaba pasando con el tiempo. Ya no tenía ninguna relación. Nada tenía ninguna relación. Le tomo a Gunnar el pequeño. El agua ya estaba a un metro y medio. Cargo al pequeño en un brazo en el otro sigo cargando a Maira y me arremeto lo más rápido posible hacia la parte más alta del lugar en donde nos encontrábamos, mientras Gunnar se apura en sacar al niño sumerjido.

Coloco a los dos en el suelo de corales. El agua nos llega aquí solo a los tobillos. Se aferran a mis piernas. Veo que el tercero de los niños llegaba a la orilla de la laguna. Al parecer sabía nadar. Pero el niño que Gunnar traía en sus brazos respiraba o demasiado poco o ya no respiraba más. De su boca y nariz salía una espuma blanca. Los ojitos miraban la nada. En nuestra burbuja del tiempo perdido sacudiamos al niño, presionábamos sobre su pechito y su espaldita. Mas espuma salía de su nariz. La respiración se volvía mas fuerte oder empezaba por fin. Mark alcanza la pequeña isla donde nos encontramos. Toma al niño en los brazos, lo sacude otra vez mientras Gunnar presiona su pechito. Mas espuma. No teníamos lugar. No podíamos ni recostarlo para reanimarlo ni darle respiración pero ahora con tres adultos podíamos llegar a la orilla.

Gunnar sacude al niño nuevamente del que sigue saliendo espuma de la nariz y pronto comienza a llorar como un niño durmiente. Estaba con vida. Está con vida. Pero quería dormir y Mark que va destrás de Gunnar comienza a darle al niño en las mejillas. “Wake up!“ le grita. Y “Don’t you sleep!“ llegando a las orillas de la laguna grita. “We need help. Get us fresh water!“
Dos lugareños nos habían alcanzado en el agua unos metros antes de la orilla. “No te duermas” le dicen a la pequeña cabecita sobre el hombro de Gunnar

En la orilla nos esperaban unas 40 personas. Nos llegan tres botellas de agua helada. Gunnar se arrodilla exausto con el niño sobre sus rodillas. El niño no quiere beber. Mark le vuelca agua helada sobre la cabeza y la nuca, el que produce una reacción y exala por fin y con ella una mezcla de agua salada y espuma sale expulsada en caudal de su pulmones. Todos y todas gritan de alegría sobre la cantidad de agua que escupe. “Mirá, el niño respira de nuevo” me dice Maira. La tenía tan agarradita en mis brazos.

Mas tarde nos curábamos las heridas ridículas de los pies. Camino a la orilla no nos cuidamos más ni de las piedras, ni de las almejas. Escuchamos la sirena de una ambulancia.

¿Qué hicimos? Los tres salían seguro cada día en marea baja a jugar, a buscar almejas a lo que sea. Aunque no supieran nadar, el mar no les es desconocido. En nuestro grupo son los tres tema constante de charla. Nosotros los pusimos en peligro. Por nosotros sobrepasaron los límites de lo que pueden y saben hacer. Nosotros fuimos los que molestamos la paz de su mundo, la concreción de una relación de indeterminación, que no te permite observar nada, sin que eso no sea estorbado y sin saber si ese estorbo al final será bueno o malo.

Fue la primera gran lección. En general. Para nosotros, acá en este lugar. Tendremos que ir mucho mas cuidadosos en nuestras acciones con las personas que como documentaristas admiramos y no debemos poner en peligro.

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